jueves, 19 de septiembre de 2013

La innovación social al servicio de la justicia social

El crowdfundinge está en auge. Según Baeck y Collins (2013), en 2012 los crowdfunders aportaron alrededor de 2,7 billones de dólares que ayudaron a financiar más de un millón de nuevos proyectos sociales.

La financiación colectiva o crowdfunding es una forma de financiación basada en aportaciones económicas, a menudo en pequeñas cantidades, proveídos a proyectos específicos por parte de personas de la comunidad. Este objetivo se logra generalmente hacienda uso de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. La fórmula que sustenta el crowdfunding es simple. Dado que el ingreso se obtiene como el resultado de multiplicar el “precio unitario” por la cantidad, el propósito final es obtener la misma cifra de ingresos totales a partir de un “precio unitario” más bajo. El único modo posible de resolver esta ecuación es aumentando la masa crítica, es decir, logrando que los individuos que integran una gran audiencia (the “crowd") aporten cada uno de ellos una pequeña cantidad de dinero. La aportación puede adoptar la forma de participaciones en el capital, préstamos, donaciones o incluso la preventa de producto o servicio ofrecido (Belleflamme, Lambert y Schwienbacher, 2012).

El pistoletazo de salida para el crowdfunding en España suele relacionarse con la financiación de la película El Cosmonauta, la primera producción española que utilizó este modelo. A cambio de tan solo dos euros cualquiera podía convertirse en productor, recibiendo un wellcome pack, un certificado de productor, un boleto para el sorteo de un traje auténtico de cosmonauta y la aparición del nombre del donante en los títulos de crédito finales. Tras un largo proceso que se inició en 2008, cuando en España apenas se había escuchado hablar de la financiación colectiva, el largometraje se estrenó a mediados de 2013 en cines, plataformas de vídeo bajo demanda como Filmin, televisión de pago (Canal+), formato físico (DVD y USB) y también en la web, donde se puede ver de manera gratuita en http://en.cosmonautexperience.com/.

Desde su aparición y desarrollo gracias a la generalización del uso de las nuevas tecnologías, el crowdfunding se ha empleado para financiar diferentes proyectos, tanto de índole social como de cualquier otra naturaleza.

A partir de ese instante, en medio de una crisis de tal calado que ríete tú de la profundidad de las fosas de Las Marianas, el crowdfunding no ha hecho más que crecer, hasta el punto de que se han llegado a identificar más de 40 plataformas de financiación colectiva de habla hispana. Algunas de estas plataformas son generalistas, quedando abiertas a la financiación de cualquier tipo de proyecto; mientras que otras se especializan en determinados campos: proyectos artísticos, creativos o culturales (por ejemplo, Montatuconcierto, Firstclap o Bandeed, entre otras), deportivos (por ejemplo, patrocinalos), sanitarios (por ejemplo, curable) o científicos (por ejemplo, Funds For Research-F4R o Vorticex).

Pero el campo de aplicación del crowdfunding no tiene límites. La experiencia que hoy presentamos sitúa a la innovación social al servicio de la justicia social. José Valls Casanova fue fusilado el 2 de septiembre de 1938 en el municipio de Borriol, en la provincia de Castellón. José fue detenido el mismo día que las tropas franquistas tomaron el pueblo, el 13 de junio de ese mismo año. Dos semanas después fue sometido a procedimiento sumarísimo y sentenciado a muerte. Según sus familiares, José era una "persona comprometida, de izquierdas, y poco más”. Antes de ser fusilado fue obligado a cavar su propia fosa en una jardinera de cementerio de la localidad. 

Casi ochenta años después, harto de esperar una subvención que no termina de llegar para exhumar los restos y darles sepultura junto a su esposa, Carlos Balaguer, biznieto de José Valls, recurrió al Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica de la Comunidad Valenciana. La asociación le recomendó y asesoró para que recurriera al crowdfunding como herramienta para obtener los más de 6.000 euros que se necesitaban para exhumar el cuerpo: arqueólogo, antropólogo, técnico en restauración y conservación, etc.

Gracias a la solidaridad grupal, la única hija viva de José Valls, de 86 años de edad, ha podido por fin gritar, denunciar y llorar en público, algo que nadie hizo en aquellos años de terror colectivo.  En pocos días, casi trescientas donaciones anónimas (de entre 20 y 30 euros, por término medio) han obrado el milagro.

En breve, la mirada cansina de Antonia Valls podrá sellar para siempre el doliente pasado de una historia que nunca hubo de comenzar.


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