jueves, 18 de abril de 2013

E-empowerment de empresas sociales (I)

En un post anterior (El emprendedor social: una enigmática combinación entre Richard Branson y la madre Teresa de Calcuta) nos preguntábamos acerca de las competencias que debe reunir un emprendedor social. Los defensores de la existencia de un gen especial afirman que muchas de las cualidades necesarias (tales como la no aversión al riesgo o la determinación, entre otras) forman parte del ADN de estas personas. Sin embargo, los que abogan porque el emprendedor social se hace defienden la posibilidad de entrenar a estas personas para transformar la inspiración en un concepto de negocio a través de la persistencia, así como el inconformismo, no admitir un «no» por respuesta hasta que logren un impacto en la sociedad. Tanto es así, que se han multiplicado las universidades y escuelas de negocio con programas exclusivamente pensados para que potenciales emprendedores sociales encaucen su carrera hacia la innovación social.

Generalmente, los emprendedores sociales presentan un elevado nivel de pasión y compromiso con sus ideas y, como consecuencia de ello, no sólo permanecen firmes en la realización de sus planes, sino que también muestran una gran adaptabilidad a los cambios del entorno. Por su propia idiosincrasia los emprendedores sociales son puentes excepcionales (individuos con capacidad de interconectar a otros sujetos y/o grupos) entre la economía tradicional y la nueva economía social. Esta facultad los habilita para involucrar en sus proyectos a múltiples grupos de interés, atrayendo por igual a líderes empresariales, tanto privados como públicos y de organizaciones sin ánimo de lucro. Sin embargo, los emprendedores sociales también necesitan apoyo y una fuerte red de contactos para convertirse en catalizadores de cambios sociales. Esta misión es a menudo complicada y ardua, sobre todo durante las primeras etapas de puesta en marcha de los emprendimientos. Una sólida red de apoyo es fundamental para sustentar la labor de grandes líderes sociales y la proporcionalidad del impacto de sus actuaciones.

Es precisamente en este contexto donde se pone de relieve la importancia del empowerment –promoción del emprendimiento– para apoyar la puesta en marcha y la consolidación de los proyectos empresariales de naturaleza social. La persona emprendedora asume el riesgo, pone la determinación, aporta el liderazgo y comparte la visión social del proyecto. Sin embargo, para que el emprendimiento social pueda convertirse en un sector estable que genere empleo de calidad, impacto social y desarrolle servicios innovadores, es necesario que germine un ecosistema a su alrededor que forme a la persona emprendedora, le permita escalar su proyecto, interconectarse y obtener financiación, y que le ayude en la activación de la demanda (Innobasque, 2011). Ese hábitat colectivo configura el empowerment del espíritu emprendedor, un entorno respaldado por diferentes agentes que se conocen como Organizaciones Promotoras del Emprendimiento Social (OPES).

Estos entornos activos de apoyo al desarrollo empresarial no son algo desconocido. Las incubadoras de empresas, por ejemplo, han prestado apoyo y servicios integrales de asistencia a los emprendedores noveles durante décadas. No obstante, el proceso de incubación de negocios ha cambiado con el tiempo. Desde su concepción inicial en los años 70, como un facilitador de espacios de trabajo y de servicios compartidos, la gestión de incubación ha dirigido sus pasos hacia una conceptualización más compleja e inspiradora del talento empresarial y humano, integrando dentro de sus procesos la necesidad constante de desarrollar conocimiento, innovación, nuevas tecnologías y redes de contactos orientadas al trabajo conjunto (Hansen et al., 2000). De acuerdo con Aerts et al. (2007), los inquilinos de las incubadoras europeas tienen una amplia gama de servicios a su disposición: sala de reuniones o de conferencias (96%), red de relaciones de negocios (88%), asistencia en la elaboración de planes de negocio (86%), ayuda en la búsqueda de financiación (79%), equipos de oficina en general (77%), apoyo a la comercialización (73%) o asesoramiento financiero (72%).

El empowerment del emprendimiento social se manifiesta en dos espacios diferentes pero muchas veces convergentes entre sí: el espacio físico y el espacio virtual. En ambos entornos las OPES brindan a sus asistidos una extensa gama de servicios relacionados con el acceso a fuentes de financiamiento, acompañamiento, formación, asesoramiento, gestión de redes de contactos, banco de ideas y de conocimiento, etc. La diferencia entre el espacio físico y el virtual es que en este último la tecnología de la información y la comunicación juega un rol fundamental en la transferencia de recursos a través de plataformas dinámicas diseñadas para redes informáticas (intranet, extranet e internet). De hecho, el emprendizaje social se ha convertido en un movimiento global, e interconectado en gran medida, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías y las redes sociales.

En un próximo post se expondrán algunas de las principales experiencias de empowerment a emprendedores ofrecidos por las Organizaciones Promotoras del Emprendimiento Social (OPES), tanto en espacios físicos como especialmente en espacios virtuales (e-empowerment), herramientas que constituyen en su conjunto el ecosistema idóneo para el empoderamiento de las empresas sociales. 

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