A pesar de su reciente fallecimiento, la
luz de nuestro compañero y amigo Alfonso Carlos Morales no se apaga . Recientemente acaba de salir publicado uno de
nuestros últimos trabajos en colaboración, Social Entrepreneurial e-Empowerment, un capítulo
del libro titulado Social E-Enterprise: Value Creation
through ICT, editado por las profesoras Teresa
Torres-Coronas y Maria-Arántzazu
Vidal-Blasco de la Universitat Rovira i Virgili y publicado por Hershey, PA: Information Science Reference en Estados
Unidos.
En el
capítulo se diserta sobre el emprendimiento social, sobre los ecosistemas de
apoyo al emprendimiento y sobre el e-empowerment de empresas sociales. En el
post de hoy hablaré sobre el emprendedor social, dejando para entradas
posteriores los restantes temas.
En la actual coyuntura
global adquiere mayor relevancia si cabe la empresa social, considerada
actualmente como parte vital de los sistemas sociales y económicos, así como
protagonista de una posible salida a la crisis. Como señala Porter y Kramen
(2011) “los negocios deben reconectar la prosperidad empresarial con el
progreso social. El valor compartido no solo consiste en responsabilidad
social, filantropía o incluso sostenibilidad sino en una nueva manera de lograr
el éxito económico. No reside en el margen de lo que las compañías hacen sino
en el centro. Creemos que eso puede dar lugar a la próxima gran transformación
del pensamiento empresarial.
En este contexto, el
emprendedor social –esas enigmática combinación entre Richard Branson y la
madre Teresa de Calcuta según Pamela Hartigan, Director of the Skoll
Centre for Social Entrepreneurship at Oxford University– navega en las
turbulentas aguas del equilibrio entre la supervivencia económica y los
objetivos de índole social y de dudosa viabilidad financiera. Mucho se ha escrito
acerca de las cualidades que debe reunir un emprendedor en términos generales,
pero ¿son las mismas para el caso de los emprendedores sociales? Hablemos sobre ello.
El
emprendedor social es una persona que desarrolla e implementa soluciones
innovadoras para crear un impacto social positivo, combinando disciplina de
negocio con la perspectiva de innovación, todo ello con fines sociales (Elkington y Hartigan,
2008; Dees y Anderson, 2007; Dees et al., 2002). Se trata de un indivduo que lidera
el cambio cumpliendo con el principio de triple bottom line (responsabilidad
económica, social y medioambiental) y tiene la capacidad no sólo de hacer un
uso eficiente de los recursos disponibles, sino también de multiplicar la
efectividad de fondos limitados (Bankinter, 2008). Los emprendedores sociales
son agentes que responden a deficiencias del mercado con innovaciones
transformacionales y financieramente sostenibles, estando posicionados de
manera única para ayudar al Gobierno a tratar los problemas sociales más duros
(Wolk, 2008). Por su parte, Elkington y Hartigan
(2008) apuntan que un emprendedor social es un sujeto innovador, que observa
los problemas sociales y ve oportunidades para realizar cambios
transformadores. Además, suele ser una persona visionaria, al mismo tiempo que
pragmática, y dirige su visión de una manera colaborativa, con lo que consigue
la implicación y el compromiso de diferentes grupos de interés.
No
obstante, todo aspirante a emprendedor social debe reunir exactamente las
mismas cualidades y habilidades que cualquier emprendedor: una idea genial, la
capacidad para ejecutarla, habilidades de negocio prácticas (es decir, la
competencia para operar un negocio de manera efectiva y ganar dinero con tal
idea), pasión-determinación para hacer todo lo que haga falta para triunfar y
la creencia de que nada es imposible. La eterna pregunta es ¿un emprendedor
social nace o se hace? Los defensores de que el emprendedor social nace afirman
que muchas de las cualidades necesarias (tales como la no aversión al riesgo o
la determinación, entre otras) forman parte del ADN de estas personas. Sin
embargo, los que abogan porque el emprendedor social se hace defienden la
posibilidad de entrenar a estas personas para transformar la inspiración en un
concepto de negocio a través de la persistencia, así como el inconformismo, no
admitir un «no» por respuesta hasta que logren un impacto en la sociedad. Tanto
es así, que se han multiplicado las universidades y escuelas de negocio con
programas exclusivamente pensados para que potenciales emprendedores sociales
encaucen su carrera hacia la innovación social. En lo que coinciden
la mayoría de expertos es en que el sistema educativo debe ser capaz de transmitir
la diferencia entre una buena idea y una buena oportunidad. Para ello, el
currículo incluye desde cómo financiar su idea, pasando por cómo evaluar la
demanda de mercado y reproducir modelos de negocio, hasta las formas de mitigar
el riesgo. Los educadores pueden ser en gran medida los que contagien el
optimismo y la perseverancia para llevar a cabo proyectos sociales.
Es precisamente en este
contexto donde se pone de relieve la importancia del empowerment
–promoción del emprendimiento– para apoyar la puesta en marcha y la
consolidación de los proyectos empresariales de naturaleza social. La persona
emprendedora asume el riesgo, pone la determinación, aporta el liderazgo y
comparte la visión social del proyecto. Sin embargo, para que el emprendimiento
social pueda convertirse en un sector estable que genere empleo de calidad,
impacto social y desarrolle servicios innovadores, es necesario que germine un
ecosistema a su alrededor que forme a la persona emprendedora, le permita
escalar su proyecto, interconectarse y obtener financiación, y que le ayude en
la activación de la demanda (Innobasque, 2011).
Estas estructuras de apoyo son críticas para el fomento del emprendimiento social. Sobre ellas hablaremos próximamente.
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